Lialdia.com / Martha Liliana Polanía Perdomo / Bogotá, Colombia/ 2 / 27/ 2019
Desde que Felipe llegó por vez primera a las puertas de In Crescendo, la autodisciplina se convirtió en su mayor fuente de transformación, fortaleza y conquista del instrumento elegido, y de él mismo.
Los cantos de las lechuzas y los grillos acompañaban las horas de espera y los gemidos de la mujer a punto de dar a luz. A media noche el llanto del recién nacido se unió a la sinfonía nocturna; la humedad, el calor, las gotas de sudor de la partera y de la madre empapaban las sábanas. El pequeño Felipe acababa de nacer.
Felipe Peralta padre, tenía mas de 70 años cuando nació su hijo Felipe. Como es común en nuestra región caribe, la familia de Felipe es numerosa. Él es el menor de once hermanos; hijo de la tercera esposa de su papá. A los hermanos mayores únicamente los conoce de nombre, hace muchos años partieron lejos de su tierra natal hacia Arauca y Venezuela. El rastro se perdió en el tiempo y la distancia.
Sus primeros años de infancia transcurrieron en la libertad del campo, entre vacas, cultivos de maíz y yuca, caminando entre las matas de monte y al ritmo de la cotidianidad de la vida sencilla de quienes labran la tierra.
El primer cambio en su camino se dio cuando llegaron a vivir a Sincé, lugar natal de Delcy su mamá. Allí, en esta pequeña población costera y caribeña, transcurrieron los años desde que llegó a cursar los primeros años escolares, hasta comienzos de 2019, cuando una nueva y transcendental decisión lo llevó a vivir en Barranquilla.El inicio de la carrera universitaria de maestro en música, con énfasis en violonchelo.
Desde ese pequeño niño de Sincé, al joven de 20 años en Barranquilla, pasaron décadas y vivencias diversas que fueron forjando el carácter disciplinado, silencioso, dedicado y reservado de Felipe. Y en ese andar entre calles polvorientas con sus zapatillas tres puntá, días de colegio, necesidades familiares y sueños construidos en solitario, un día cualquiera In Crescendo tocó la vida de Felipe.
“Estaba yo en In Crescendo cuando Felipe llegó por casualidad. Iba acompañado de un amigo. Me parece estar viendo a Felipe ese día. Un joven de unos 16 años, alto, muy callado. Cuando hablaba no sostenía la mirada, solo la proyectaba al piso, muy tímido. Le dije: tú por tu estructura física sirves para tocar contrabajo”. Recuerda Manuel, fundador y director general del programa Musical InCrescendo. Así Felipe entró a hacer parte de este programa.
Aunque sus inicios fueron con el contrabajo, al aprendiz de música le gustaba más el sonido del chelo, y en un gesto de nobleza,virtud característica en Felipe, pidió permiso a Manuel para dejar el contrabajo y comenzar su historia de amor con el chelo.
Como tantos estudiantes de In Crescendo, Felipe no había tenido contacto anteriormente con piezas de música clásica, instrumentos característicos de una orquesta filarmónica, partituras, pentagramas, ensayos orquestales y todas aquellas cosas que envuelven el mundo de maestros como Mozart, Beethoven, Grieg, Vivaldi…
Como dice el autor H. Jackson Brown, “el talento sin disciplina es como un pulpo en patines. Mucho movimiento, pero nunca se sabe si se mueve hacia adelante, hacia atrás o hacia los lados”.
Desde que Felipe llegó por vez primera a las puertas de In Crescendo, la autodisciplina se convirtió en su mayor fuente de transformación, fortaleza y conquista del instrumento elegido, y de él mismo. Con dedicación y paciencia poco a poco fue liberando sus brazos, sus manos, educando el oído, conquistado el arco para que al posarse sobre las cuerdas, los sonidos mágicos escritos en forma de notas musicales invadieran el aire. Lentamente esas notas sobre pentagramas volaron, florecieron en movimientos rítmicos y acompasados de manos, ojos y oídos, convirtiéndose en suaves y maravillosos acordes.

En silencio y trabajando día a día, no solo conquistó el chelo, sino a sus compañeros de música, a profesores y al mismo Manuel, demostrando que la disciplina vence cualquier obstaculo y que se posiciona muchas veces por encima del talento.
“Una vez tuvimos la oportunidad de viajar a un intercambio de escuelas musicales en Medellín, con estudiantes de la filarmónica de Argentina. Había unos 8 chelistas de esta nacionalidady Felipe era el único chelista de In Crescendo. En el momento de organizar el ensamble de chelos, la directora, también Argentina, escogió a Felipe como primer chelo. Fue una maravillosa sorpresa para todos”. Manuel sonrie, se le iluminan los ojos, por un momento guarda silencio, recreando en su corazón este mágico momento y prosigue con su relato.
“En la escuela habíamos pasado dos años buscando ampliar el número de chelistas. En ese entonces,contábamos con un profesor que viajaba con regularidad a Sincé, para dictar clases de violonchelo y organizar un grupo con estos instrumentos, pero no logramos nada. Un día le dije a Felipe: trabaja tu en este proyecto de chelistas nuevos.Una vez más en silencio, con persistencia y disciplina conquistó con su ejemplo a cinco chicos. Al finalizar ese año incorporó a la filarmonica de In Crescendo el grupo de chelos que soñamos por tanto tiempo. Fue de esta forma como se convirtió en tutor de cuerdas bajas”.
Felipe se ha construido solo. El amor por la música, el tener un espacio como In Crescendo que le brindó conocimientos, le abrió puertas, le alimentó sueños, le permitió recibir clases de maestros, como Adriana Alzate, Jorge Padilla, Andrea Trujillo, James Scutmaat y Rodolfo Badel, a quienes recuerda con agradecimiento y cariño, determinó el camino por el que hoy transita. La beca que le fue otorgada por la Corporación Universitaria Reformada de Barranquilla en alianza con In Crescendo para hacer su carrera musical, es un peldaño en el espiral ascendente que se ha trazado. Una vez termine su carrera en cinco años, sueña con hacer una maestria en Alemania. Lo ha inspirado el chelista francés Gautier Capuçon.
La vida de Felipe es ejemplo e inspiración para decenas de niños que hoy se construyen, sueñan, descubren, se forman como personas y músicos en In Crescendo. Y es Felipe quien tiene como tarea, regresar a su escuela, a ese origen que un día cualquiera, desencadenó todo lo que llevaba por dentro. A ese salón de clases, a ese lugar en donde pasó horas ensayando, montando obras, en donde el calor, el cansancio, el sudor en los arcos, regalaban al final del día las más bellas melodias.
Debe regresar para seguir siendo inspiración, para agradecer por todo lo que ha recibido y sigue recibiendo, para devolverle a la vida lo que ella le ha regalado por medio de personas como Manuel y de cada uno de los maestros que en ese rincón de nuestro territorio lo ayudaron a ser quien hoy es.
En In Crescendo se continuan gestando músicos, talento, vida, oportunidades, sueños, para seguir ampliando el ramillete de nuevos ciudadanos para un mundo distinto. Es necesario tocar corazones que igualmente sueñen y deseen construir un futuro mejor.

Escritora y poeta
Del grupo de editoras